El camino del sentimiento ultima parte

Ambos sin decirse nada aún, comienzan a caminar. El camino es de tierra; con algunos almendros, higueras y olivos a los lados. Andados unos metros, el anciano gira la cabeza y mira hacia la vieja casa que tantos recuerdos tiene para él, en su interior siente la despedida. Un poco después de iniciar el camino y andado ya una parte de este en silencio, el hijo con preocupación, pregunta al padre.
-Padre, descansemos un rato, no hay prisa.
-Tranquilo hijo, estoy bien, ademas voy recordando cuando eras niño y te llevaba al pueblo sobre mis hombros, justamente al pasar por aquí.
-Es cierto padre, ahora lo recuerdo muy cláramente, recuerdo como jugabas conmigo, me enseñabas que tipo de arboles habían y me cargabas sobre tus hombros. Entonces algo ocurrió dentro del joven, recordó todo lo que había hecho su anciano padre por él desde su niñez. Cuanto mas avanzaba en el camino, mas recordaba todo cuanto el anciano que caminaba a su lado hizo, y un sentimiento recorrió todo su ser. De repente sobre la mitad del camino, el joven coge a su padre del brazo y con gesto alterado, dice.
-¡Padre, para un momento!-. El padre miró a su hijo y notó algo extraño en él.
-¿Ocurre algo?
-Tú eres mi padre; me lo has dado todo, me has educado con cariño, cuando murió mi madre siendo yo muy pequeño me sacaste adelante tú solo, te has desvivido por mí, eres un buen padre y yo un mal hijo.
Totalmente sorprendido, por la reacción y las palabras del hijo, el anciano padre, sintió una gran emoción, esa emoción sólo la había sentido una vez,”cuando lo vio al nacer”.
-No importa hijo mío, eres joven , y lleno de ganas de vivir y quieres un futuro mejor, algún día tendrás familia y serás un buen padre.
El joven, posa sus manos sobre los hombros del cansado anciano.
-Primero tengo que ser un buen hijo, ¡padre perdóname! volvamos a casa. Ambos se miraron con una feliz sonrisa.
-Hablaré con mi prometida y lo entenderá, aquí será, donde tendremos nuestro hogar y nuestro futuro, y tú formarás parte de el.
Y así lo mismo que el camino de ida fue triste, el de regreso fue de una alegría y orgullo indescriptible para el anciano, y de un cariñoso sentimiento, del hijo hacia su padre.
Al cabo de un tiempo, sentado en su silla de madera, se encuentra el anciano con la tez rojiza, por la calor seca que desprendía la chimenea, aguardando la llegada del hijo, y acompañado de la esposa de este y del hijo que lleva dentro, su nieto.

FIN

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