El camino del sentimiento

Sentado en su silla de madera, se encuentra el anciano, con la tez rojiza por la calor seca,que desprendía la leña de olivo, que se consumía en la chimenea. El anciano, medio adormilado, levantó el rostro al escuchar el chirrear de la puerta al abrirse, es el hijo, que lo acoge ,en su hogar.
-padre soy yo, he terminado mi jornada de trabajo.
Era un día frío y nublado, que sólo dejaba ver unos cuantos, rayos de sol.
-Hola hijo, ¿terminaste de recoger la cebada?
-Si padre- respondió el hijo con voz cansada, mientras se dirigía hacia la mesa, para dejar la bolsa del almuerzo. Después salio fuera, para traer mas leña y mantener caliente, la vieja casa de campo.
El anciano, se encuentra mas animado, por la llegada de su único hijo. Después de echar unos palos a la vieja y ennegrecida chimenea, se sentó junto a su viejo progenitor.
-Padre, mañana bajaré al pueblo y me gustaría que me acompañaras, el caminar te vendrá bien.
El viejo campesino, se llenó de júbilo.<< Pasaré la mañana, en compañía de mi hijo>>.
-Si, mañana te acompañaré, me vendrá bien mover mis viejas y cansadas piernas.
Llegada la noche, el anciano sentado ya en la mesa, espera ilusionado y pensativo, mientras su hijo termina de preparar la cena para ambos. El anciano piensa, mirando hacia las paredes del salón. Es una vieja casa de campo; tiene grietas, y desconchones y el tejado también necesita algunos arreglos y pensó que ese, sería el motivo, por el cual su hijo le había pedido que le acompañara al pueblo, pues le había comentado hace poco, que la casa necesitaba un arreglo.
Cuando era mas joven y su fuerza y agilidad estaban presentes en todo momento, siempre se había ocupado, de mantener la casa en buen estado. Eso le ilusionaba, el pensar que sería útil una vez más, pues en algo podría ayudar a su hijo.
Por fin esta lista la cena y el hijo la sirve en la mesa. Ambos comen en silencio la sopa caliente, que sienta tan bien en una noche tan fría, como la que hacía en la montaña. Terminada la cena y recogida la mesa, ambos continúan sentados, reposando la última comida del día.
Después de ese momento de silencio y reposo, el hijo con gesto serio miró al padre.
-Padre, he de hablar contigo, y espero que me comprendas. Entonces una sensación de
extrañeza y preocupación inundó al anciano hombre.
-Dime hijo, te ha ocurrido algo hoy?, cuéntamelo!. El joven, con voz decidida le dice.
-Padre, he decidido irme a la ciudad con mi prometida, quiero un futuro mejor y aquí no conseguiré prosperar.
El anciano se quedo un momento sin palabras, estaba confuso por el comentario del hijo.
-Pero aquí está tu casa; tu trabajo, tus amigos y yo-. A lo que el hijo respondió.
-Por eso mañana quiero, que me acompañes al pueblo, no puedo dejarte aquí solo a tu avanzada edad-. El pobre anciano, no entendía nada.
-Y porqué quieres que te acompañe al pueblo?
-No quiero que estés solo, eres muy mayor y no me quedaría tranquilo-. Le respondió el hijo.
-En el pueblo, hay una residencia para ancianos, ahí te cuidarán y no estarás solo.
En ese momento, la ilusión y los ánimos que sentía, desaparecieron como su juventud.

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